sábado, 30 de enero de 2010

Palabras en el Día de la Identidad Latinoamericana y Caribeña

Nuestra América en el siglo XXI

Armando Hart Dávalos

Ha llegado al fin la hora de América, la Nuestra, la de Bolívar, Juárez y Martí. La hora de la que nos habló el Apóstol, la de proclamar nuestra segunda y definitiva independencia y el 30 de enero, día de la publicación en México de su ensayo Nuestra América conmemoramos el día de la Identidad Latinoamericana. Fue Martí quien en ese visionario trabajo suyo nos llamó a interpretar y transformar nuestra realidad a partir de las condiciones concretas de los pueblos latinoamericanos. Ese llamado suyo mantiene plena vigencia en nuestros días. Allí advirtió hace más de un siglo de los peligros que amenazaban la independencia conquistada a comienzos del siglo XIX y a vencer el libro importado y las fórmulas copiadas de Europa señalando:
La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia. Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieyés no se desestanca la sangre cuajada de la raza india. (...) El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país. [1]
Debemos tomar plena conciencia de que Bolívar y Martí tienen mucho que hacer en América, y lo primero será estudiar, describir y promover, a partir de sus vidas la identidad de nuestro “pequeño género humano’’ y avanzar hacia un mundo más solidario donde la justicia impere con un verdadero sentido de universalidad. Reconózcase eso y se podrán hallar las vías de un futuro posible, luminoso y grandioso de la especie humana. Solo de esta manera podemos enfrentar la tragedia que tenemos ante nosotros: la humanidad está amenazada de muerte.
Por primera vez en la dilatada historia del hombre existe el peligro real de que nuestra especie no pueda sobrevivir a causa de una catástrofe ecológica de enormes proporciones o de guerras devastadoras que rompan el equilibrio, cada vez más precario, que hace posible la vida sobre planeta Tierra.
Para salvar a nuestra civilización de la catástrofe que la amenaza debemos exaltar no solo el valor de la inteligencia y la razón, sino también el de la conciencia, el amor y la fraternidad entre los hombres. En Martí podemos encontrar un referente esencial para ese propósito a partir de dos ideas claves suyas: ‘’Patria es Humanidad’’ y esta otra “Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”.[2] He ahí las claves de lo que distingue a nuestra gran patria latinoamericana y caribeña y nos permite relacionarnos con el mundo.
La que Martí calificara como Nuestra América posee una tradición espiritual orientada a cambiar el mundo a favor de la justicia. Esta aspiración, la de la utopía latinoamericana y caribeña, se mantiene viva en la vida y obra de los más grandes próceres y pensadores de estos dos últimos siglos de historia.
Recordemos, en esta línea de pensamiento, a ese gran venezolano, Simón Rodríguez, maestro de Bolívar, cuando señaló: “¿Dónde iremos a buscar modelos? La América Española es original. Original han de ser sus Instituciones y su Gobierno. Y originales los medios de fundar unas y otros. O inventamos o erramos”.
Nuestra América debe presentar como respuesta a la fragmentación y decadencia bien evidentes del pensamiento occidental, la solidez de nuestra tradición cultural y su valor utópico encaminado al propósito de la integración y del equilibrio entre los hombres y las naciones. No nos perdamos en discusiones bizantinas que a nada conducen, estudiemos la historia concreta de nuestros pueblos y sus próceres y pensadores y encontraremos el camino de una identidad común.
Los grandes cambios sociales y políticos en la historia han ido precedidos siempre de transformaciones en el campo de las ideas. Y Martí continúa abriendo la marcha. Dijo: “No hay proa que taje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mítica del juicio final, a un escuadrón de acorazados”.[3]
Unamos esfuerzos para promover, en la intelectualidad latinoamericana y caribeña con los fundamentos de nuestras tradiciones, la reflexión acerca de nuestro presente y de nuestro futuro, sobre la base del respeto a nuestras identidades culturales nacionales y regionales.
A 120 años de la publicación en El Partido Liberal, en México, del ensayo Nuestra América y con la vigencia impresionante de sus planteamientos abrámosle paso al entendimiento, a la comprensión y, en definitiva, para que nuestro continente pueda desempeñar el papel que le corresponde en el mundo de hoy y de mañana.
Hace falta la luz de la cultura, de nuestra tradición, de nuestra historia latinoamericana y caribeña, para iluminarnos el camino. No hay para nuestros pueblos otra solución que la unidad.
Para ir a sus esencias y recorrer este camino orientémonos por José Martí cuando dijo: “Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos.”[4]
En cuanto a Cuba, estamos en pie para salvar la Revolución Socialista, y desde luego la Revolución de Martí y de Bolívar. Y en esa obra de salvamento y de servicio histórico, la unidad constituye el primer objetivo de los revolucionarios, precisamente porque el enemigo promueve la división.
Ha llegado la hora de superar esquemas y dogmatismos que nos llegaron de fuera con diferentes etiquetas y estudiar la vida y la obra de todos los pensadores y forjadores de grandes ideas a lo largo de la historia. Es la única forma política y científica para hallar un camino que nos libere de los sistemas opresivos y nos permita arribar a una genuina humanidad, como la que soñaron los grandes próceres y pensadores. Y esto solo lo podemos hacer con principios científicos y cultivando el amor y la solidaridad.
Mientras en Europa y Estados Unidos se divide y antagoniza el patrimonio de los sabios, en América Latina y el Caribe se promueve la integración en todos los órdenes teniendo como fundamento la justicia como sol del mundo moral y el derecho, cuya esencia se halla en la búsqueda de la dignidad plena del hombre sin distinción de clase alguna tal y como postuló José Martí: “(...) dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos”[5],
Esa es Nuestra América, la de Bolívar y Martí, dos gigantes que junto a la inmensa legión de próceres y pensadores, constituyen referentes indispensables para la búsqueda de los caminos que nos conduzca a ese mundo mejor al que aspiran millones de hombres y mujeres en todo el planeta.
Notas
[1] José Martí, O.C. “Nuestra América”, El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891, t. 6, pp. 16-
[2] J. Martí, O. C. Nuestra América, t. 6 p. 18
[3] Obra citada, Nuestra América, t. 6, p. 15
[4] Obra citada, Nuestra América, t. 6, p. 15
[5] José Martí, Periódico Patria, Nueva York, 14 de abril de 1893, t. 2, p. 298

Palabras en el Día de la Identidad Latinoamericana y Caribeña

LATINOAMÉRICA: FORJANDO UNA IDENTIDAD


Rodrigo E. Ordóñez Sosa
Presidente de la Red Literaria del Sureste


Buenos días a todos los que nos acompañan en la celebración del Día de la Identidad Latinoamericana y Caribeña.

Hace un tiempo, mientras leía una biografía de Fray Servando Teresa de Mier y Noriega, el autor desde sus páginas me formulo la siguiente pregunta: “¿hasta cuándo seremos considerados como seres paradisíacos y lujuriosos, criaturas de sol y agua?...¿hasta cuándo vamos a ser considerados seres mágicos guiados por la pasión y el instinto?”, ese cuestionamiento a más de ocho años de distancia continúa oscilando en mis pensamientos, sobre todo hoy en día, en que la globalización nos lleva de la mano, a los estereotipos culturales, simplificaciones de modelos étnicos y construyen personajes sin identidad desde la industria del entretenimiento y la literatura comercial. Es una duda razonable, porque los modelos culturales son el telón de fondo para representar caricaturas de los latinoamericanos y borra de un plumazo cualquier rasgo de dignidad e identificación entre nosotros.
José Martí con su ensayo “Nuestra América”, Andrés Bello con su poema “La Agricultura de la Zona Torrida”, el poeta yucateco Carlos Moreno Medina en su trabajo titulado “América”, nos exhortan a mirar nuestro continente a través de su grandeza natural, de sus jóvenes naciones, a mirarnos y reconocernos en nuestras creaciones culturales, a alejarnos de las imitaciones de los modelos occidentales y encontrar nuestro lenguaje, con sus formas y giros, para cimentar las raíces de nuestra identidad como latinoamericanos.
Históricamente mantenemos una batalla a muerte con nuestro pasado, centrados muchas veces en el hubiera, en qué hubiera sucedido si la conquista no se consumaba, emborronamos cuartillas plasmando una América diferente, cuando deberíamos usar esa energía en recobrar nuestro pasado prehispánico como cimiento para forjar un proyecto a futuro, partir de ese hecho concreto para reconstruir la esperanza de la identidad continental.
Ese proyecto a futuro debe trascender las fronteras políticas, porque son sólo eso, líneas impresas en los mapas para delimitar fríamente un continente. Porque si América cae herida, por la daga de la indiferencia y los localismos fundados en las contradicciones, es nuestro deber ir a buscarla, con el fusil de la razón en el hombro, para reconstruirla, cimentarla en la hermandad de sus pueblos, y entregarle lo mejor que podemos ofrecerles: la voluntad de cambiar el mundo.
Eso es lo más importante, pareciera que pese a su juventud, América está cansada, golpeada por guerras externas e internas, los desastres naturales, nuestras tambaleantes economías, la desesperación y la angustia, pareciera que hemos olvidado nuestro compromiso como seres humanos: entregarle a nuestros hijos un futuro, donde la ética y la congruencia entre la acción y el pensamiento sean los ejes rectores de su vida, donde la solidaridad con el sufrimiento de nuestros hermanos latinoamericanos esté presente en todo momento.
Haití es un ejemplo de los problemas que nos faltan por solucionar como latinoamericanos, debemos exigir que los abismos económicos que separan a una nación de otra sean abolidos, pugnar por una mejor política económica internacional, para que todos los países se desarrollen con igualdad de oportunidades, porque como lo expresó José Martí: “estos tiempos no son para acostarnos con el pañuelo en la cabeza, sino con las armas en la almohada…las armas del juicio que vencen a las otras”. Es tiempo de reconocernos en nuestras similitudes y diferencias, es tiempo de que seamos una Latinoamérica unida para afrontar hombro con hombro lo que el destino quiera arrojarnos.

Muchas gracias
Mérida, 30 de enero de 2010
Intervención sobre los Cinco
Encuentro cubanos residentes en el exterior

Ricardo Alarcón de Quesada


La batalla por hacer justicia a nuestros Cinco hermanos presos en Estados Unidos exige un profundo examen de conciencia. No tenemos derecho a contentarnos con lo alcanzado por grandes y sostenidos que hayan podido ser nuestros esfuerzos. Tenemos que hacer mucho más y hacerlo ahora, pues este año habrá concluido toda posibilidad de encontrar una solución dentro del sistema judicial norteamericano.


En realidad, los casos de Gerardo, Antonio y René ya están cerrados y sólo pudieran revisarse mediante procedimientos extraordinarios especialmente complejos y que no ofrecen motivos para el optimismo.


Hemos conseguido desplegar una amplia campaña de solidaridad en todo el mundo, pero para la gran mayoría de los norteamericanos este caso, simplemente, no existe. Quienes en Estados Unidos controlan la información prohíben acceder a ella al pueblo norteamericano.


Sólo en Miami se publicó acerca del juicio a que los Cinco fueron sometidos. Pero en vez de actuar como informadores, casi todos los llamados “periodistas” locales, muchos de ellos pagados por el gobierno, se dedicaron a falsificar los hechos, a calumniar a los abogados defensores y a presionar abiertamente a los miembros del jurado.


Para el resto del país el que fue en su momento el juicio más largo de la historia norteamericana no atrajo ni un segundo de atención. De él no se ocupó la prensa corporativa, pese a que ante el Tribunal comparecieron almirantes y generales, asesores presidenciales y además, terroristas luciendo atuendos de guerra. Nada dijeron de la insólita exposición que allí se hizo de acciones y planes violentos que se urdían y hasta se llevaban a cabo dentro del territorio norteamericano ni de la escandalosa justificación que de ellos hicieron los fiscales y la jueza. Guardaron silencio ante las presiones y amenazas de que fueron objeto los miembros del jurado y ante sus quejas y las tímidas protestas del propio Tribunal.


Nada han dicho nunca los medios norteamericanos sobre este documento presentado por la Fiscalía en mayo de 2001 y que sus autores lo inician señalando que el paso que estaban dando carecía de precedentes en la historia de Estados Unidos. ¿Qué dice en esencia este texto titulado Petición de Emergencia y que fue dirigido a la Corte de Apelaciones de Atlanta? ¿Qué pidieron con tanta urgencia los fiscales y por qué lo hicieron?


Con todas las letras la Fiscalía admitió que era imposible demostrar la culpabilidad de Gerardo Hernández Nordelo en el infame Cargo 3 –Conspiración para cometer asesinato en primer grado– y solicitó formalmente retirar la acusación originalmente formulada contra él, la que había sido eje principal del largo litigio. Por esa razón ni la jueza del Distrito ni el Tribunal de Apelaciones aceptaron la tardía solicitud. El Jurado, en consecuencia, tuvo que pronunciarse sobre un cargo respecto al cual el propio acusador había reconocido su fracaso y había insistido en retirarlo y lo hizo de modo dramático, excepcional.


Tomó al Jurado apenas unos minutos, sin pestañear, para declarar a Gerardo culpable de algo de lo que ya no era acusado. No tuvieron los jurados la menor vacilación, ninguna duda, pese a que la Fiscalía había reconocido que “a la luz de las pruebas presentadas enfrentaba un obstáculo insuperable que conduciría al fracaso de la acusación”. Sólo en Miami pudo suceder algo semejante. Gerardo es quizás la única persona condenada a morir en prisión por un “crimen” que no existió, con el que no tuvo relación alguna y del cual el acusador reconoció carecer de evidencias. Esto fue la prueba más irrefutable de que en Miami era absolutamente imposible un juicio justo para nuestros Cinco compañeros.


Tampoco vaciló la Jueza, que conocía perfectamente lo anterior, para imponerle la descomunal sentencia, pedida por el gobierno, a dos cadenas perpetuas más 15 años de prisión. No dudó la Corte de Apelaciones, destinataria de este documento, para ratificar esa enormidad y negar a Gerardo la posibilidad de ser resentenciado en cuanto a la también falsa acusación de “espionaje” pese a reconocer explícitamente que con respecto a él hubiera correspondido hacerlo. Al negarse a revisar el caso la Corte Suprema se hizo cómplice en una iniquidad imperdonable.


El proceso de resentencias recién concluido a Ramón, Antonio y Fernando confirma, una vez más, la injusticia que sufren nuestros compañeros y la arbitrariedad del sistema norteamericano. Hubo que luchar diez años para que la Corte de Apelaciones reconociera lo que se sabía desde el primer día, lo que la defensa no se cansó de repetir: que en este caso no hubo daño a la seguridad nacional de Estados Unidos, que nadie obtuvo, ni transmitió, ni siquiera buscó información secreta alguna. En pocas palabras, aquí no hubo nada de espionaje. Por eso la Corte de Apelaciones declaró nulas esas sentencias y ordenó que les fueran impuestas otras. Todo lo antes dicho está aquí en este documento que es público, pero esto no importa a los instrumentos de la propaganda imperial y a los tontos que le hacen el juego. En las pocas ocasiones en que no pueden evitar aludir a los Cinco nunca dejan de atribuirles un “espionaje” que saben no existió.


Las nuevas sentencias dictadas contra Ramón, Antonio y Fernando son también injustas, arbitrarias e injustificables. Como las anteriores y como las que pesan sobre Gerardo y René y que fueron confirmadas por la Corte de Apelaciones. Sin embargo el proceso de resentencias a los tres compañeros dio un fruto muy importante: el Gobierno reconoció sin rodeos que existe un amplio movimiento internacional de solidaridad con los Cinco que lo obligaba a querer mostrar flexibilidad y eso permitió eliminar las cadenas perpetuas que pesaban sobre Ramón y Antonio. Como es usual, ese reconocimiento público de que Washington no puede ignorar lo que piensa el mundo, también fue censurado por sus medios de prensa. Multiplicar sin cansancio la solidaridad es el único camino.


En los últimos años varios individuos fueron hallados culpables de practicar espionaje real, con transmisión al extranjero de documentos secretos de carácter militar o relacionados con la seguridad nacional, extraídos de altos niveles del gobierno estadounidense. Ninguno recibió sanción comparable a las de nuestros compañeros, algunos hace tiempo ya que recuperaron la libertad y, en un caso, el Presidente Obama decidió que le fueran retirados los cargos, se interrumpiera el proceso de apelación y los acusados fueron enviados a casa.


¿Quieren un ejemplo concreto y muy reciente? Vean esta noticia publicada en el Washington Post el sábado 23 de enero de 2010, hace menos de una semana. James W. Fondren Jr. Era un alto oficial en el Departamento de Defensa, en Washington, donde llegó a ser subdirector de la oficina de enlace del Comando del Pacífico y fue encontrado culpable de entregar ilegalmente a un gobierno extranjero documentos clasificados del Pentágono incluyendo informaciones militares. El señor Fondren era un funcionario de jerarquía que no fue acusado de “conspirar” sino de realizar actividades tangibles de espionaje. Hace pocos días fue sentenciado por una Corte Federal de Alexandria, Virginia. No se esfuercen en adivinarlo. Lo publicó el Washington Post: 3 años de prisión.


Compatriotas:


Gerardo dijo en una ocasión que la justicia sólo vendrá cuando la dicte “un jurado de millones.” A nosotros nos toca movilizar esos millones dondequiera que estemos.


El Presidente Obama puede y debe ponerlos en libertad y tiene que hacerlo ya y sin condiciones de ningún tipo. Él debe ordenar a su Departamento de Justicia que retire los cargos que les fueron formulados a nuestros compañeros. Él sabe cómo hacerlo pues ya lo hizo en mayo del año pasado en un caso de un alto oficial condenado por espionaje.


Nuestros compañeros enfrentaron dos acusaciones fundamentales. El Cargo 2 –Conspiración para cometer espionaje–, cuya endeblez fue reconocida por la Corte de Apelaciones y el Cargo 3 –Conspiración para cometer asesinato en primer grado-, que hasta W. Bush reconoció carecer de pruebas y trató de retirarlo. ¿Qué más necesita el señor Obama para anular ambas acusaciones fraudulentas?


Debemos exigirle que lo haga. Que ese reclamo lo persiga por todas partes como una maldición gitana.


Como debe perseguirlo la demanda de que permita a Adriana visitar a Gerardo y a Olga reunirse con René. Mientras no haga lo que tiene que hacer que es permitirle a los Cinco regresar libres a sus familias y a su Patria, hay que denunciar a los cuatro vientos la inicua tortura que dura ya demasiado.


Concluyo, compatriotas, pues la hora es de acción.


Fidel dijo que los Cinco volverán.


Nosotros tenemos que actuar para que vuelvan. ¿Qué vamos a hacer?


Palacio de las Convenciones de Cuba, 29 de enero de 2010
Intervención sobre los Cinco
Encuentro cubanos residentes en el exterior

Ricardo Alarcón de Quesada

La batalla por hacer justicia a nuestros Cinco hermanos presos en Estados Unidos exige un profundo examen de conciencia. No tenemos derecho a contentarnos con lo alcanzado por grandes y sostenidos que hayan podido ser nuestros esfuerzos. Tenemos que hacer mucho más y hacerlo ahora, pues este año habrá concluido toda posibilidad de encontrar una solución dentro del sistema judicial norteamericano.

En realidad, los casos de Gerardo, Antonio y René ya están cerrados y sólo pudieran revisarse mediante procedimientos extraordinarios especialmente complejos y que no ofrecen motivos para el optimismo.

Hemos conseguido desplegar una amplia campaña de solidaridad en todo el mundo, pero para la gran mayoría de los norteamericanos este caso, simplemente, no existe. Quienes en Estados Unidos controlan la información prohíben acceder a ella al pueblo norteamericano.

Sólo en Miami se publicó acerca del juicio a que los Cinco fueron sometidos. Pero en vez de actuar como informadores, casi todos los llamados “periodistas” locales, muchos de ellos pagados por el gobierno, se dedicaron a falsificar los hechos, a calumniar a los abogados defensores y a presionar abiertamente a los miembros del jurado.

Para el resto del país el que fue en su momento el juicio más largo de la historia norteamericana no atrajo ni un segundo de atención. De él no se ocupó la prensa corporativa, pese a que ante el Tribunal comparecieron almirantes y generales, asesores presidenciales y además, terroristas luciendo atuendos de guerra. Nada dijeron de la insólita exposición que allí se hizo de acciones y planes violentos que se urdían y hasta se llevaban a cabo dentro del territorio norteamericano ni de la escandalosa justificación que de ellos hicieron los fiscales y la jueza. Guardaron silencio ante las presiones y amenazas de que fueron objeto los miembros del jurado y ante sus quejas y las tímidas protestas del propio Tribunal.

Nada han dicho nunca los medios norteamericanos sobre este documento presentado por la Fiscalía en mayo de 2001 y que sus autores lo inician señalando que el paso que estaban dando carecía de precedentes en la historia de Estados Unidos. ¿Qué dice en esencia este texto titulado Petición de Emergencia y que fue dirigido a la Corte de Apelaciones de Atlanta? ¿Qué pidieron con tanta urgencia los fiscales y por qué lo hicieron?

Con todas las letras la Fiscalía admitió que era imposible demostrar la culpabilidad de Gerardo Hernández Nordelo en el infame Cargo 3 –Conspiración para cometer asesinato en primer grado– y solicitó formalmente retirar la acusación originalmente formulada contra él, la que había sido eje principal del largo litigio. Por esa razón ni la jueza del Distrito ni el Tribunal de Apelaciones aceptaron la tardía solicitud. El Jurado, en consecuencia, tuvo que pronunciarse sobre un cargo respecto al cual el propio acusador había reconocido su fracaso y había insistido en retirarlo y lo hizo de modo dramático, excepcional.

Tomó al Jurado apenas unos minutos, sin pestañear, para declarar a Gerardo culpable de algo de lo que ya no era acusado. No tuvieron los jurados la menor vacilación, ninguna duda, pese a que la Fiscalía había reconocido que “a la luz de las pruebas presentadas enfrentaba un obstáculo insuperable que conduciría al fracaso de la acusación”. Sólo en Miami pudo suceder algo semejante. Gerardo es quizás la única persona condenada a morir en prisión por un “crimen” que no existió, con el que no tuvo relación alguna y del cual el acusador reconoció carecer de evidencias. Esto fue la prueba más irrefutable de que en Miami era absolutamente imposible un juicio justo para nuestros Cinco compañeros.

Tampoco vaciló la Jueza, que conocía perfectamente lo anterior, para imponerle la descomunal sentencia, pedida por el gobierno, a dos cadenas perpetuas más 15 años de prisión. No dudó la Corte de Apelaciones, destinataria de este documento, para ratificar esa enormidad y negar a Gerardo la posibilidad de ser resentenciado en cuanto a la también falsa acusación de “espionaje” pese a reconocer explícitamente que con respecto a él hubiera correspondido hacerlo. Al negarse a revisar el caso la Corte Suprema se hizo cómplice en una iniquidad imperdonable.

El proceso de resentencias recién concluido a Ramón, Antonio y Fernando confirma, una vez más, la injusticia que sufren nuestros compañeros y la arbitrariedad del sistema norteamericano. Hubo que luchar diez años para que la Corte de Apelaciones reconociera lo que se sabía desde el primer día, lo que la defensa no se cansó de repetir: que en este caso no hubo daño a la seguridad nacional de Estados Unidos, que nadie obtuvo, ni transmitió, ni siquiera buscó información secreta alguna. En pocas palabras, aquí no hubo nada de espionaje. Por eso la Corte de Apelaciones declaró nulas esas sentencias y ordenó que les fueran impuestas otras. Todo lo antes dicho está aquí en este documento que es público, pero esto no importa a los instrumentos de la propaganda imperial y a los tontos que le hacen el juego. En las pocas ocasiones en que no pueden evitar aludir a los Cinco nunca dejan de atribuirles un “espionaje” que saben no existió.

Las nuevas sentencias dictadas contra Ramón, Antonio y Fernando son también injustas, arbitrarias e injustificables. Como las anteriores y como las que pesan sobre Gerardo y René y que fueron confirmadas por la Corte de Apelaciones. Sin embargo el proceso de resentencias a los tres compañeros dio un fruto muy importante: el Gobierno reconoció sin rodeos que existe un amplio movimiento internacional de solidaridad con los Cinco que lo obligaba a querer mostrar flexibilidad y eso permitió eliminar las cadenas perpetuas que pesaban sobre Ramón y Antonio. Como es usual, ese reconocimiento público de que Washington no puede ignorar lo que piensa el mundo, también fue censurado por sus medios de prensa. Multiplicar sin cansancio la solidaridad es el único camino.

En los últimos años varios individuos fueron hallados culpables de practicar espionaje real, con transmisión al extranjero de documentos secretos de carácter militar o relacionados con la seguridad nacional, extraídos de altos niveles del gobierno estadounidense. Ninguno recibió sanción comparable a las de nuestros compañeros, algunos hace tiempo ya que recuperaron la libertad y, en un caso, el Presidente Obama decidió que le fueran retirados los cargos, se interrumpiera el proceso de apelación y los acusados fueron enviados a casa.

¿Quieren un ejemplo concreto y muy reciente? Vean esta noticia publicada en el Washington Post el sábado 23 de enero de 2010, hace menos de una semana. James W. Fondren Jr. Era un alto oficial en el Departamento de Defensa, en Washington, donde llegó a ser subdirector de la oficina de enlace del Comando del Pacífico y fue encontrado culpable de entregar ilegalmente a un gobierno extranjero documentos clasificados del Pentágono incluyendo informaciones militares. El señor Fondren era un funcionario de jerarquía que no fue acusado de “conspirar” sino de realizar actividades tangibles de espionaje. Hace pocos días fue sentenciado por una Corte Federal de Alexandria, Virginia. No se esfuercen en adivinarlo. Lo publicó el Washington Post: 3 años de prisión.

Compatriotas:

Gerardo dijo en una ocasión que la justicia sólo vendrá cuando la dicte “un jurado de millones.” A nosotros nos toca movilizar esos millones dondequiera que estemos.

El Presidente Obama puede y debe ponerlos en libertad y tiene que hacerlo ya y sin condiciones de ningún tipo. Él debe ordenar a su Departamento de Justicia que retire los cargos que les fueron formulados a nuestros compañeros. Él sabe cómo hacerlo pues ya lo hizo en mayo del año pasado en un caso de un alto oficial condenado por espionaje.

Nuestros compañeros enfrentaron dos acusaciones fundamentales. El Cargo 2 –Conspiración para cometer espionaje–, cuya endeblez fue reconocida por la Corte de Apelaciones y el Cargo 3 –Conspiración para cometer asesinato en primer grado-, que hasta W. Bush reconoció carecer de pruebas y trató de retirarlo. ¿Qué más necesita el señor Obama para anular ambas acusaciones fraudulentas?

Debemos exigirle que lo haga. Que ese reclamo lo persiga por todas partes como una maldición gitana.

Como debe perseguirlo la demanda de que permita a Adriana visitar a Gerardo y a Olga reunirse con René. Mientras no haga lo que tiene que hacer que es permitirle a los Cinco regresar libres a sus familias y a su Patria, hay que denunciar a los cuatro vientos la inicua tortura que dura ya demasiado.

Concluyo, compatriotas, pues la hora es de acción.

Fidel dijo que los Cinco volverán.

Nosotros tenemos que actuar para que vuelvan. ¿Qué vamos a hacer?

Palacio de las Convenciones de Cuba, 29 de enero de 2010