Elizabeth Palmeiro es una mujer
común a la que el destino, el amor y la política hostil de Estados Unidos
contra nuestro país le han jugado una mala pasada. Por más de 15 años ha sido
privada de la compañía física de su esposo Ramón Labañino, uno de los Cinco
Héroes cubanos, injustamente prisioneros en cárceles estadounidenses por luchar
contra el terrorismo.
Consciente de la
necesidad de que el mundo entero reclame la liberación de su esposo y de sus
cuatro hermanos de lucha, Ely, como la llama Ramón, nos concedió esta
entrevista.
Sentada en la
sala de su apartamento y sin perder de vista el reloj, Elizabeth anhelaba que
las manecillas del reloj marcaran más de las diez de la mañana, deseando por
primera vez en todos estos años que Ramón no llamara, único indicio de que
finalmente estaba siendo trasladado para una prisión de mínima seguridad.
El teléfono sonó
más tarde de lo esperado. Desalentadoramente, Ramón seguía en el Centro de
Detención Temporal de la Prisión de Atlanta.
- ¿Qué ha
significado Ramón en su vida?
Lo más
importante. Me casé estando muy enamorada de él, con muchas ilusiones de hacer
una vida en común, en la cual no faltaría nada y siempre estaríamos juntos,
haciendo realidad nuestros sueños.
Cuando éramos
novios, y durante los primeros meses de matrimonio, hablábamos durante horas,
sentados en el Malecón.
Mis compañeras de
trabajo bromeaban diciendo que yo era como un apéndice de Ramón porque lo
llamaba tres y cuatro veces al trabajo para que viniera a verme a la oficina.
Es decir, hacía cosas que podían parecer niñerías, pero era el deseo que ambos
teníamos de vernos. Si yo no llamaba, entonces lo hacía él y me preguntaba si
no quería verlo a la hora del almuerzo.
Una gran parte de
todas mis cosas buenas, y también de mis grandes dolores, han sido con Ramón,
porque desgraciadamente desde que lo encarcelaron la historia se puso demasiado
triste y deprimente respecto a lo que nos habíamos imaginado.
- ¿Cómo logran
permanecer unidos, a pesar de la lejanía?
Con mucha
comunicación y amor. No necesitamos hablar para saber lo que cada uno piensa y
estar en la misma cuerda cuando hay algún problema. Nadie me conoce mejor que
Ramón y creo que nadie lo conoce a él mejor que yo. Digo “creo” porque con el
trabajo que él tenía, más las condiciones actuales de prisión, no podemos
hablarlo todo. Sin embargo, conozco la mayor parte para permitir esa
comunicación, a pesar de que no vivimos juntos y no compartimos la
cotidianeidad.
Ramón es muy
tranquilo, suave y pocas veces pierde el control. Yo soy más impulsiva,
explosiva y extrovertida. Es precisamente eso, que seamos tan diferentes, lo
que hace que todo funcione. Si fuéramos iguales, sería más aburrido o una
guerra de criterios explosivos.
- ¿De qué manera
Ramón se hace presente?
Nunca deja de
mandar un poema, una notica de afecto, de cariño, una postal por el Día de los
Enamorados, y no solo para mí, sino también para las niñas. Le gusta que ellas
le cuenten cada detalle y le pidan permiso como si él estuviera en Cuba. Sigue
pensando que son bebitas y no entiende los cambios que han experimentado, pues
cuando lo arrestaron Laura tenía seis años de edad y Lisbeth un añito y medio.
Siempre quiere
estar al tanto de lo que ocurre en la casa y eso me encanta. Aquí todo se mueve
según lo que piensa Ramón. Es como si nunca se hubiese ido. Algunos me
critican, pues lo ven un poco machista, pero creo que en nuestras
circunstancias es necesario.
Pienso que esa
vinculación a la dinámica interna de la familia lo va a ayudar, cuando regrese,
a olvidar todos los malos momentos vividos en prisión.
- ¿Cuándo y cómo
sucedió el último traslado de Ramón?
En junio de 2012
le dijeron que debía ser trasladado para una prisión de mínima seguridad y
respondió que en ese momento no le interesaba porque su familia tenía previsto
visitarlo. En julio lo visitaron Ailí, su hija mayor, y su hermano Holmes. Al
mes siguiente fuimos las niñas y yo.
Se suponía que
hasta enero de 2013 no le hablarían más del traslado. Sin embargo, en diciembre
de 2012 le comunican que lo van a mover y le ordenan “empacar”. Lo tuvieron así
durante un mes. Después lo movieron para una prisión en Miami, donde permaneció
en el hueco hasta que decidieron regresarlo a Jesup, en Georgia.
Le dijeron que
estaría allí tiempo suficiente para que sus familiares realizaran las ocho
visitas previstas, y como su padre, hermano e hija mayor tenían visado desde
noviembre, pidió que aprovechasen para visitarlo.
Cuando llegaron a
la prisión los sorprendió un lock down, una de las cosas que pueden ocurrir y
para las cuales tenemos que estar preparados. Sin embargo, lo que no era
lógico, ni se esperaba, era que decidieran moverlo antes de tiempo y finalmente
solo pudieran realizarse tres visitas.
- ¿Qué ocurre
cuando decretan lock down en una prisión?
Los presos tienen
que permanecer como mínimo 72 horas encerrados en sus celdas, sin siquiera
poder bañarse, ni llamar por teléfono. Todo se interrumpe. Es lo que podría
denominarse como un proceso de “amansa guapo”. Los ponen a pan y agua, es
decir, les dan aisladas y pequeñas meriendas.
Después de
pasadas las primeras 72 horas deben comenzar a darles dos horas al día para
bañarse y comunicarse con la familia.
- ¿De las
anécdotas que Ramón le ha contado sobre sus vivencias en estos 15 años cuál le
ha impactado más y por qué?
Ramón nunca
cuenta las experiencias difíciles a las que se enfrenta en el momento en que
ocurren. Generalmente las comenta después de que casi se le olvidaron. No le
gusta que las niñas y yo vivamos en tiempo real los momentos duros por los que
está atravesando.
Ha sido leyendo
su diario tiempo después, o por algún comentario durante una visita, que me he
enterado de cosas impactantes como que ha estado en el comedor de la prisión,
se ha formado una pelea y dos o tres presos han pateado a otro que estaba
sentado en su mesa hasta desfigurarle el rostro y la sangre ha salpicado su
pantalón.
También hubo una
vez que, por medidas administrativas, los Cinco estuvieron en el hueco y Ramón
tuvo que permanecer una semana en calzoncillos, sin siquiera un mocho de lápiz
para poder escribirme.
Ellos tratan de
que los familiares estemos ajenos a las terribles condiciones que viven
diariamente y por eso nosotros también tratamos de no transmitirles preocupaciones
innecesariamente.
- Durante estos
15 años de prisión ¿qué valor han llegado a adquirir para Ramón acciones que
para cualquiera de nosotros resultan comunes?
Para él,
practicar deporte es fundamental y durante estos últimos años ha estado
limitado porque padece de una artrosis degenerativa en ambas rodillas.
Antes de estar en
prisión, por muchos años practicó kárate y otras artes marciales. Ahora, con
esa situación de salud, se ve limitado. No obstante, sigue caminando y
realizando ejercicios para mantenerse en forma.
Cuando estuvo en
la prisión de Beaumont, Texas, vio desde la ventana de la celda dos gaviotas
blancas, algo común para cualquiera de nosotros, pero totalmente inusual en una
prisión de máxima seguridad donde las cercas perimetrales están electrificadas
y las aves no pueden posarse. Eso lo inspiró para escribir un poema.
También en la
prisión de Jesup vivió la experiencia de redescubrir lo que eran las flores y
me dijo: “Oye, para ti será una bobería, pero estoy impresionado al ver lo lindas
que son las flores”.
Recientemente,
cuando estuvo de tránsito en la prisión de Tallahassee y lo pusieron a trabajar
en la cocina, volvió a ver por primera vez, después de 15 años, el azúcar
blanca y me lo contó muy emocionado.