Queridos allegados al Comandante
Chávez:
No por temida la pérdida de ese gran
bolivariano nos ha aliviado la consternación. Siempre tuvimos la esperanza de
que con ese espíritu indomable nos volviera a decir su firme "por
ahora" y que luego, levantándose por sobre las heridas de su cuerpo, el
soldado se incorporara para seguir guiando a todo un continente hacia el futuro
de justicia que tantas veces le ha sido escamoteado.
No ha podido ser.
Pareciera que el precio de ser tan bolivariano es el de extinguirse como el
Libertador, como el volcán que todo lo incendia para luego apagarse de súbito.
Pero queda la montaña, esa materia que fue lava ardiente, y que tras la
extinción de la llama se conviertte en faro, que nos señala inequívocamente el
horizonte al que un día llegaremos para rendirnos a sus pies en perpetuo
homenaje, las cadenas rotas y el haz martiano de naciones libres como ofrenda.
“En las lágrimas
viriles que acompañan estas palabras se vierte mi compromiso con la justicia
que buscó nuestro hermano Hugo Chávez; compromiso que no cejará mientras me
quede un aliento de vida para honrarle con mi conducta.”
En las lágrimas
viriles que acompañan estas palabras se vierte mi compromiso con la justicia
que buscó nuestro hermano Hugo Chávez; compromiso que no cejará mientras me
quede un aliento de vida para honrarle con mi conducta. Compromiso que sé
multiplicado por cinco en cualquier parte de este imperio cruel a que nos
confinen el odio y la venganza.
Tengo fe en el
pueblo venezolano, y en que sus lágrimas se fundirán con las de todos los que
hoy lo lloramos para dar al mundo una lección de patriotismo. Hugo Chávez,
nuestro comandante, está hoy vivo en el corazán de cada hijo digno de
Venezuela.
A sus seres
queridos, a sus compañeros, al pueblo que tanto quiso, llegue el abrazo propio,
el de mi familia y el de los Cinco.
Por ahora
Comandante, pero Hasta la Victoria Siempre.
René González
Sehwerert
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