Por Susana Gómez Bugallo
Todas las historias tienen su
prólogo. Y aunque la de Girón se comenzó a escribir siglos atrás, en todos los
planes norteamericanos que el paso del tiempo ha revelado de marcada intención
anticubana, el preludio más inmediato de este ataque mercenario tuvo lugar el
15 de abril. Y lleva sangre cubana.
Nacía la mañana de ese día y ya los
ocho bombarderos B-26 habían salido desde Nicaragua para hacer sus «labores»,
pagadas por el Gobierno de Estados Unidos, en los cielos de Cuba. San Antonio
de los Baños (en la actual provincia de Artemisa), Ciudad Libertad (en La
Habana) y el Aeropuerto Internacional Antonio Maceo (ubicado en Santiago de
Cuba) eran tres objetivos para intentar dañar las fuerzas aéreas del país.
Sería la supuesta garantía de la
victoria para quienes intentaban desmoronar la soberanía de la Isla caribeña.
Pero se convirtió en una suma de acciones de marcado carácter militar que no
pudieron impedir la gran derrota que sobrevendría días después para Estados
Unidos a manos del pueblo cubano.
Puma, Linda y Gorila fueron las tres
escuadrillas que se disfrazaron de fuerzas cubanas para llegar posteriormente
hasta a aterrizar en Miami, en aras de simular deserción. Todo se había
combinado para llevar al mundo la más «creíble» versión de lo increíble. ¿Cuba
derrotada? ¿Cuba vulnerable?
El 16 de abril, Fidel se encargaría
de desmentir cualquier versión ajena a los hechos. Ante el pueblo reunido en 23
y 12, durante el sepelio de las víctimas por el bombardeo a los mencionados
aeropuertos, leería cables de agencias de prensa extranjeras que manipulaban la
historia de cobardía. A estas las incitó a mostrar los rostros de la agresión.
Pero las máscaras tiradas al suelo
no acabaron ahí. Desde la Asamblea General de la ONU, Raúl Roa, nuestro
Canciller de la Dignidad, aprovechó su derecho de palabra para denunciar al
mundo las violaciones de Estados Unidos. Adlai Stevenson, representante de
Estados Unidos, esgrimió como argumentos los burdos rumores construidos por su
Gobierno. Pero la fuerza del cubano pudo más.
Otra palabra quedó para la historia.
Fue escrita en una pared, con sangre como tinta, y salió del amor por Cuba del
joven miliciano Eduardo García Delgado. Junto a los héroes que desde su puesto
de combate lograron derribar un avión mercenario, junto a los que perdieron su vida
o resultaron heridos a manos del fuego enemigo, este vocablo llena de símbolos
la historia del 15 de abril. «FIDEL», estampó el muchacho poco antes de morir.
Fuente: http://www.juventudrebelde.cu/
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