Ramón junto a su esposa Elizabeth
y sus hijas Laura y Lizbeth.“La pelea es justa. La victoria deberá ser mucho
más dulce”, confesó Ramón Labañino Salazar, condenado injustamente a 30 años de
prisión, que cumple en una cárcel federal de Kentucky, Estados Unidos.
Aquel día de diciembre del 2009,
cuando fueron a resentenciarlo en la ciudad estadounidense de Miami, Ramón
Labañino Salazar, quien aún cargaba con la sanción de una cadena perpetua más
18 años de cárcel, entró a la sala del tribunal con las manos en alto, en
símbolo de victoria.
Con su mirada lo escudriñó todo
hasta encontrar entre los presentes en la audiencia a su querida Elizabeth. Le
sonrió como el más feliz de los mortales y la cubrió de besos con la mirada.
Fue un momento fugaz y a la vez casi eterno.
Cuántas cosas se dijeron en aquel
momento, similar al que vino después, cuando conoció que la nueva sentencia,
igual de injusta, lo privaría 30 años de su vida de la libertad física, porque
la del alma y el espíritu sus captores no han podido encerrarla.
“Es que por naturaleza soy un
hombre optimista”, confesó Labañino, uno de los cinco antiterroristas cubanos
condenados a largas penas en cárceles de Estados Unidos.
“Siempre he encontrado razones
para ver el ángulo positivo en todo lo que me pasa, de todo lo que me rodea, de
las peleas, incluso, de las injusticias, de las cosas duras que uno vive y ve
en la prisión”, señaló en respuesta a un cuestionario el Héroe de la República
de Cuba, título que comparte junto a sus compañeros Gerardo Hernández, Antonio
Guerrero, Fernando González y René González (los dos últimos ya están en Cuba,
pero purgaron antes la totalidad de sus sanciones).
Hermanados en la misma lucha,
aunque a los Cinco los confinaron en distantes prisiones, desde su detención el
“yo” pasó a ser “nosotros” y la causa de uno adquirió un carácter colectivo.
Así lo asumieron desde el inicio y
cada vez que un mensaje de ellos llega la despedida termina, invariablemente,
en “cinco abrazos” como escribió Ramón en estas repuestas enviadas desde la
penitenciaría de Ashland, en Kentucky.
Hijo de Nereyda Salazar Verduy
(fallecida) y Holmes Labañino Cantillo, nació el 9 de junio de 1963 en el
barrio habanero de Marianao y se graduó con Diploma de Oro en la licenciatura
de Economía, en la Universidad de La Habana.
Sus mayores tesoros son Ailí (de
un primer matrimonio), Laura y Lizbeth, las hijas que no se cansa de repetir
que adora.
Justo en febrero de 1992, cuando
se fue de casa para trabajar en el exterior, Elizabeth Palmeiro, su esposa,
apenas tenía ocho semanas de embarazo de Laura. Él no pudo disfrutar esta
etapa, ni tampoco la llegada al mundo de Lizbeth, a la que sí conoció recién
nacida, en febrero de 1997.
Sus entradas y salidas al país y
luego la prisión provocaron que pese a llevar 23 años de casados, Ramón y
Elizabeth solo han vivido juntos sin separarse, apenas dos, el resto ha sido a
distancia.
No obstante, ambos construyeron
una familia y ella, en la retaguardia, lo espera, al frente de un proyecto de
familia que se logró por encima de los obstáculos y ahí están “sus hermosas
mujeres”, como él se enorgullece decir.
—¿Cómo un hombre logra sobreponerse
a las mayores adversidades? ¿De dónde es posible sacar tanta fortaleza?
—Sobre todo cuando se tiene la
convicción de que se está haciendo siempre lo correcto, lo justo, lo legal,
que uno defiende una causa humana, que jamás ha hecho daño a nadie ni a nada
material, al contrario, se ha sacrificado todo por el bien común, por la vida
de los pueblos, de personas inocentes, esa idea por sí sola da una fuerza
enorme de voluntad y entereza en contra de todas las adversidades y
“adversarios”. La pelea es justa. La victoria deberá ser mucho más dulce.
—Del Ramón niño y del joven
universitario. ¿Qué recuerdas?
—Yo creo que soy un eterno niño,
así me dicen mi esposa Elizabeth, mis hijas y quienes me conocen, no sé si será
verdad o es por el amor que me devotan; pero sí creo que nunca he perdido (ni
jamás lo haré) ese espíritu juvenil, risueño, alegre y optimista que tanto
ayuda a luchar a vivir y a luchar.
“Así era de niño: risueño, muy
tímido, mucho diría yo, y siempre me encantó estudiar y hacer deportes.
“Recuerdo que desde pequeño mi
hermanita Laide me empezó a llamar ‘papi’, creo que porque la cuidaba mucho y
mi mamá nos educó con el concepto de que el hijo mayor de la familia es como el
segundo padre.
“Y pienso que ese papel me lo creí
con mucha fe, tanto, que hoy día, muchos me dicen ‘papi’ y eso es algo que mis
niñas resienten; porque quieren ser las únicas en decirme así, pero ellas
saben muy bien que soy único e irrepetible Papi, desde el alma hasta el
infinito, y eso es lo importante.
“Disfruté mucho mis años de
universidad, como dije me encanta estudiar y hacer deportes y allí pude
desarrollar ampliamente ambas actividades.
“También fui alumno ayudante de
Estadística Matemática desde el segundo año de la carrera.
“A veces daba repasos y clases a
los compañeros de años inferiores o de nuestro propio año, es algo que también
me gusta mucho: enseñar.
“En la Universidad pude practicar
judo y karate-do, que era mi sueño como deportista.
“Fue un periodo de aprendizaje,
pero sobre todo de crecimiento. Me ayudó mucho en mi formación y en mis
convicciones en todos los sentidos, cosa que agradezco infinitamente a Cuba, a
nuestra Revolución, a nuestro sistema socialista”.
—Te ven como el fortote del grupo…
—Es un punto de vista de los que
me ven. Yo no me veo fuerte, más bien trato de “considerarme” delgado. Claro,
que eso me cuesta cada vez más trabajo creérmelo.
“Hago deportes por placer, también
por la necesidad de liberar tanto estrés, y porque me siento mucho mejor y útil
después de cada jornada.
“Trato de mantenerme saludable a
pesar de los pesares, pues es nuestra manera de pelear y vencer, de no dejarnos
derrumbar ni destruir.
“Ahora mismo estoy haciendo pesas,
caminatas dentro de la prisión, algo de handball, mucho ajedrez. Eso me hace
sentir saludable, vital, listo para las contiendas de cada día y las que han de
venir en el futuro”.
—¿A quién quisiste parecerte?
—Trato de ser yo mismo guiado por
el ejemplo de los grandes, pues es imposible alcanzar íconos; pero he admirado
mucho y trataría de ser como el Che, como nuestro inmortal Antonio Maceo, como
José Martí, como Fidel, como Raúl, como Bolívar, como Sucre y ahora mucho
como nuestro Hugo Chávez, ellos son en esencia mis ejemplos cotidianos.
“Me gustaría ser, simplemente,
como cada hombre con decoro y honor que harían esta lista demasiado extensa”.
—¿Déjanos saber qué te gusta en
materia de lecturas, personajes históricos, de ficción, series…?
—Voy a reducir la lista a cinco de
cada uno, no quiero aburrirles ni ser tan extenso, pero mira, entre mis
lecturas favoritas están Cien años de soledad y El amor en los tiempos del
cólera, de Gabriel García Márquez; El reino de este mundo, de Alejo
Carpentier; Los versos sencillos de José Martí y La Casa de los espíritus, de
Isabel Allende.
“De las series puedo nombrar En
silencio ha tenido que ser y Julito el Pescador, dos excelentes producciones cubanas;
también un espacio que existió: Aventuras, donde vi Los comandos del silencio.
“Y aprovecho para preguntar ¿por
qué no hacen en la televisión cubana una nueva versión de todos estos seriales?
“En cuanto a las películas Fresa y
Chocolate, y Clandestinos, protagonizada por nuestra admirable Isabel Santos.
“Sobre los personajes de ficción,
Don Quijote y Sancho Panza; el David de En silencio ha tenido que ser,
interpretado por el desparecido actor Sergio Corrieri, Julito el pescador
inmortalizado por René de la Cruz y Bruce Lee, en alguna de sus películas por
lo de las artes marciales, no por nada más.
“Los personajes históricos
coinciden con aquellos que siento como ejemplos a imitar: Simón Bolívar,
Ernesto Che Guevara, Antonio Maceo, José Martí y Fidel Castro”.
—Cuando te arrestaron tenías 35
años. ¿Cuál es tu concepto del tiempo?
—El tiempo es un concepto
relativo. Si pienso en mí, creo que el tiempo no ha pasado. Cuando veo a mis
hijas hechas mujeres, cuando me miro en los ojos de mi Eli amada, el tiempo se
me hace infinito, duro, implacable.
“Por eso recurro al otro tiempo:
al de las risas y las alegrías, al del retorno y la felicidad, al tiempo
precioso de nuestro futuro libre en Cuba y con ese me quedo (mi optimismo)…Ya
sabes soy un infinito optimista, qué le voy a hacer, y así soy feliz”.
—Imagina que eres un repentista y
que te dan un pie forzado que dice: “…yo soy un tipo así”
Yo soy un tipo así exactamente
como ves sin derecho ni revés simple y sin frenesí.
Con Cuba libre aprendí
Que amar luchando es el camino
Y esta pelea que hoy conmino
Es por la verdad que conocí
Y seguiré siendo así
Un tipo simple pero con decoro
Que vale mucho más que el oro
A quien le honra morir como viví
—Si cerraras ahora mismo los ojos,
¿qué ves?
—Veo a Cuba, una playa azul
limpia, deslumbrante. Veo a Eli, a mis hijas, a toda mi familia, a mi pueblo.
Veo risas, alegría, eternidad. Así es como mi libertad se hace tangible y real.
Y sé que es cierto.
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