Por Lázaro Barredo Medina
Cartel reclamando la libertad por
los cinco, colocado en abril de 2012 ante la Casa Blanca. Imagen de Archivo.
Cartel reclamando la libertad por
los cinco, colocado en abril de 2012 ante la Casa Blanca. Imagen de Archivo.
Cada día aparecen mayores
evidencias de que lo que aconteció aquel sábado 12 de septiembre de 1998 en
Miami obedeció más a la conspiración de oficiales del Buró Federal de
Investigaciones (FBI) con la mafia terrorista anticubana, que a la protección
de la seguridad nacional de los Estados Unidos.
En el 2001, cuando abordamos en la
Mesa Redonda el proceso judicial contra los Cinco, me llamó la atención una
serie de acontecimientos que ocurrieron en torno a la detención en aquellos
meses finales de 1998 y publiqué este artículo en el semanario Trabajadores.
La prensa de Miami reconoció el
lunes siguiente a la detención, día 14 de septiembre de 1998, que muchos
expertos no se explicaban por qué el FBI había arrestado ese fin de semana a
las personas que monitoreaban a grupos contrarrevolucionarios porque era
precisamente el FBI uno de los beneficiarios de la información que estas
personas recolectaban sobre acciones violentas de estos grupos.
Un comentario publicado el día 15
de septiembre de 1998 por el Miami Herald planteaba que desde hacía tiempo el
FBI tenía conocimiento de la actuación de estas personas dentro de los grupos
de Miami, y añadía: “El lunes (14 de septiembre), muchos en La Pequeña Habana
conjeturaban que la redada era la forma que tenía Washington de equilibrar la
balanza de la justicia contra los siete cubanos exiliados que el mes pasado
fueron acusados de tratar de asesinar a Fidel Castro” (se trataba de los
detenidos a bordo del yate La Esperanza con la tenencia de fusiles de alto
calibre que iban hacia Isla Margarita, en Venezuela, donde se celebraría la
Cumbre Iberoamericana).
Días después, en conferencia de
prensa, Héctor Pesquera, recién nombrado jefe del FBI en Miami, reconocía que
la detención de los luchadores antiterroristas había generado contradicciones
con algunos directivos del órgano de contraespionaje en Washington que no
apoyaban esa acción, y agregó que este caso “nunca habría llegado a las cortes”
si él no hubiera instado directamente a Louis Freeh, entonces director de ese
órgano.
Evidentemente, algo anormal estaba
ocurriendo…
OFICIALES DEL FBI CÓMPLICES DEL
TERRORISMO DE LOS CUBANO-AMERICANOS
La ola de atentados a hoteles
cubanos en 1997 y las posteriores declaraciones del connotado asesino Luis
Posada Carriles al The New York Times, pusieron en entredicho a los órganos de
la Inteligencia y Contrainteligencia norteamericanos.
“A mí no me molesta ni la CIA ni
el FBI”, expresó Posada al Times.
El diario recordó que hay
documentos revelados en Washington por los archivos de Seguridad Nacional que
apoyan la insinuación de Posada de que el FBI y la CIA tenían conocimiento
detallado de sus operaciones contra la Revolución cubana desde principios de
los años 60.
El Times también reveló por esos
días el testimonio del empresario Antonio Jorge Álvarez (Tony), residente en
Carolina del Sur, quien dirigía la empresa WRB Enterprises en Guatemala y tuvo
en ese país contactos con Posada Carriles y otros terroristas de origen cubano.
Con riesgo para su vida, este empresario suministró información al FBI en 1997
sobre los preparativos de atentados contra el Presidente de Cuba durante la
Cumbre Iberoamericana en Isla Margarita, Venezuela, y sobre la campaña de
bombas que se gestaba contra hoteles en la Isla, pero el FBI demostró poco
interés en la denuncia.
Igualmente, en otra vendetta que
olía a chantaje financiero, Posada Carriles reveló que la Fundación Nacional
Cubano Americana (FNCA) financió durante años actos de violencia en Cuba.
Días antes de la mencionada
Cumbre, la guardia costera de Estados Unidos detuvo en Puerto Rico una
embarcación con cuatro hombres, y encontraron dos fusiles especiales Barret
calibre 50 con mira telescópica, mientras el jefe del grupo, el
cubano-americano Ángel Alfonso Alemán, aseguró a los oficiales del
guardacostas, como si fuera una credencial de impunidad, que tenían la misión
de matar a Fidel Castro en Isla Margarita.
El Jefe del FBI en Puerto Rico en
ese momento era este Héctor Pesquera, quien seis meses después de esta
detención fue nombrado para dirigir la Oficina en Miami.
Pesquera ya había trabajado en el
FBI a principios de los 80 en Tampa y era jefe de la Oficina en Puerto Rico
desde 1995, donde ganó renombre con la detención de patriotas independentistas
boricuas.
Las investigaciones posteriores
confirmaron que la embarcación detenida en Puerto Rico era propiedad de José A.
Llama, directivo de la FNCA, y que uno de los fusiles calibre 50 pertenecía a
José Francisco “Pepe” Hernández, presidente de la FNCA, a quien Pesquera ni
siquiera citó para interrogatorio, tras encuentros con los enviados de Miami y
de intercambiar opiniones con el abogado defensor de estos terroristas, un
pariente cercano suyo, Ricardo Pesquera.
Estos hechos armaron en 1998 gran
revuelo en Estados Unidos. En Miami, la prensa reconoció que las “autoridades
se muestran suaves frente a actos anticastristas”.
“En medio de informes de que
líderes del exilio cubano financiaron atentados dinamiteros en La Habana,
fiscales, conspiradores y policías estuvieron de acuerdo en que las
conspiraciones anticastristas en el sur de la Florida no solo son comunes, sino
casi toleradas”, escribió Juan A. Tamayo, un columnista del Miami Herald.
En ese artículo de Tamayo,
publicado el 23 de julio de 1998, se decía: “Durante años la política tácita de
las agencias policíacas ha sido espiar a los militantes anticastristas y romper
sus conspiraciones antes que enjuiciarlos, dijeron varios actuales y exfiscales
de la región.
“Desde hace mucho tiempo existe la
política de recopilar informes de inteligencia y desmovilizar a esa gente,
interrumpir, en lugar de arrestar”, declaró un importante exfiscal federal.
“La policía y los agentes del FBI
siempre nos vigilaban, pero básicamente nos dejaban tranquilos”, afirmó César
Roig, un exmiembro de la organización terrorista Comandos L.
Una de las cosas más interesantes
de este artículo, publicado dos meses antes de la detención de los patriotas
cubanos, son las declaraciones de Kendall Coffey sobre la marcada parcialidad
para celebrar un juicio “anticastrista” en esa ciudad. Coffey había sido Fiscal
Federal en Miami y luego sería uno de los abogados de los secuestradores del
niño cubano Elián González.
Reconoce Coffey en ese artículo:
“A través de los años hemos actuado en cierto número de casos pero es muy
difícil obtener un jurado en esta parte de la Florida que halle culpables a
personas que son presentadas como combatientes por la libertad”.
El propio nombramiento de Héctor
Pesquera tiene visos de obedecer a influencias de la mafia y la extrema derecha
norteamericana. En cuanto llegó a Miami sostuvo reuniones con dirigentes
contrarrevolucionarios y reafirmó compromisos con ellos.
En declaraciones publicadas el 29
de julio de 1998 enfatizó que “a pesar del torrente de informes sobre ataques
terroristas de exiliados anticastristas, no planeo aumentar la prioridad de
investigación para tales acciones”.
A buen entendedor, pocas palabras…
A LA MAFIA LE URGÍA UN PRETEXTO
La mafia terrorista de Miami en
1998 estaba en medio de una crisis. La muerte de Jorge Mas Canosa acrecentó las
pugnas internas y esa crisis se acentuó con los hechos de Puerto Rico, que
involucraron directamente a la FNCA y con otra investigación pública sobre un
alijo de armas y explosivos almacenados en una embarcación anclada en el río de
Miami y perteneciente a grupos terroristas cubanos (operativo que el FBI
realizó gracias a la información suministrada por los patriotas cubanos).
De igual modo, a pesar del
descomunal reforzamiento de la guerra de agresión contra Cuba que se desató a
partir de la provocación del 24 de febrero de 1996 y del establecimiento de la
Ley Helms-Burton, la política norteamericana comenzó a agrietarse ante la
realidad cubana.
Preocupados con la posibilidad de
cambios hacia la Isla, el entonces senador Bob Graham, de la Florida, a
instancias de los grupos anticubanos más recalcitrantes, pidió al Pentágono un
reporte especial sobre Cuba, en espera de nuevas justificaciones para reforzar
la agresión y el “tiro le salió por la culata”, porque la conclusión del
estudio, en el cual participaron varias instituciones y personalidades
políticas y militares norteamericanas, fue que la Isla no constituye una
amenaza para la Seguridad Nacional de los Estados Unidos.
También la mafia sufrió otra
derrota estratégica cuando en aquel tiempo el llamado “Zar de las Drogas” en el
gobierno norteamericano, el general Barry McCaffey, declaró que Cuba no tiene
vínculos con el narcotráfico. Sintieron tanta molestia ante esas declaraciones,
que el congresista Lincoln Díaz-Balart llegó hasta a tildar ante la prensa de
“comunista” a este general de cuatro estrellas, condecorado con los máximos
honores y distinciones por acciones combativas.
A mediados de ese año se
profundizó la cooperación entre el FBI y las autoridades cubanas, cuando
oficiales de ese órgano viajaron a La Habana tras el envío de una carta del
Comandante en Jefe Fidel Castro al Presidente norteamericano William Clinton
mediante el escritor colombiano y Premio Nobel Gabriel García Márquez, donde el
líder cubano alertaba sobre los peligros de la violencia terrorista desde
territorio norteamericano y, sobre todo, la amenaza de comenzar a atentar
contra aviones civiles en pleno vuelo, que trasladaban turistas a Cuba.
Los oficiales del FBI recibieron
en La Habana un paquete importante de información con fotos, documentos y
cintas de video de al menos 48 terroristas radicados en Miami, material
suministrado a las autoridades cubanas precisamente por esos patriotas que
monitoreaban a las organizaciones terroristas en La Florida; quienes después
serían detenidos y cuyas pruebas serían desestimadas en el juicio al ser
clasificadas como “secretas” por el gobierno norteamericano.
La más connotada derrota la sufrió
la extrema derecha cuando, por 72 votos a favor y 24 en contra, el Senado se
opuso a Jesse Helms y aprobó una enmienda que facilitaba la venta de alimentos
y medicinas a Cuba bajo determinadas prerrogativas. Igualmente, en el Capitolio
progresaba la oposición a la inconstitucional medida que prohíbe y penaliza los
viajes de los norteamericanos a Cuba.
Es en este contexto que la mafia
terrorista necesitaba urgentemente de un pretexto que paralizara ese movimiento
a favor de una mejor relación hacia Cuba, y para ello encontraron un sostén en
el Jefe del FBI en Miami y de los personeros de la Fiscalía; mientras en
Washington los “padrinos” de la extrema derecha establecían contacto con el
máximo nivel para apoyar la detención de los patriotas cubanos al amanecer del
sábado 12 de septiembre de 1998.
Lo insólito es que mientras el
Jefe del FBI en Miami empleaba sus recursos para detener y armar un expediente
contra cinco personas que trataban de evitar actos de terrorismo que dañaban
tanto a su pueblo como a ciudadanos norteamericanos, en esos mismos instantes
andaban libres, sostenían sus contactos y se entrenaban en el sur de la
Florida, 12 de las 19 personas que tres años después se presume llevaron a cabo
los actos terroristas contra las Torres Gemelas en Nueva York y el Pentágono en
Washington.
El FBI en Miami jamás obtuvo una
sola pista sobre estos terroristas… Estaban demasiado ocupados en el tema
cubano.
(Tomado
de Granma)
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