El antiterrorista cubano Ramón
Labañino, condenado injustamente en Miami a 30 años de prisión, que cumple en
una cárcel federal de Kentucky, Estados Unidos, afirmó que lo ha sacrificado
todo por la vida y el bien común.
Esa idea por sí sola da una fuerza
enorme de voluntad y entereza en contra de todas las adversidades y
adversarios, dijo Labañino en respuesta a un cuestionario de Prensa Latina.
Próximo a cumplirse el 12 de
septiembre el aniversario 15 del arresto de los Cinco, como son conocidos él y
sus compañeros Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Fernando González y René
González, afirmó que tiene la convicción de estar haciendo lo correcto.
Añadió que se dedicaron a defender
una causa humana y que “jamás ha hecho daño a nadie ni a nada material”.
Cuando lo arrestaron aquella
madrugada de 1998 tenía 35 años y ya arribó a los 50, por eso opina sobre las
dimensiones del tiempo, al considera “un concepto relativo”.
Si pienso en mí -apuntó– creo que
el tiempo no ha pasado. Cuando veo a mis hijas hechas mujeres, cuando me miro
en los ojos de mi Eli amada, el tiempo se me hace infinito, duro, implacable.
Por eso recurro al otro tiempo: al
de las risas y las alegrías, al del retorno y la felicidad, al tiempo precioso
de nuestro futuro libre en Cuba y con ese me quedo (mi optimismo)…Ya sabes soy
un infinito optimista, qué le
voy a hacer, y así soy feliz,
recalcó Labañino.
“Siempre he encontrado razones
para ver el ángulo positivo en todo lo que me pasa, de todo lo que me rodea, de
las peleas, incluso, de las injusticias, de las cosas duras que uno vive y ve
en la prisión”, comentó el
Héroe de la República de Cuba,
título que comparte junto a sus hermanos de lucha.
Aunque a los Cinco los confinaron
en distantes cárceles, desde su detención el “yo” pasó a ser “nosotros” y la
causa de uno adquirió un carácter colectivo.
Así lo asumieron desde el inicio y
cada vez que un mensaje de ellos llega la despedida termina, invariablemente,
en “cinco abrazos” como escribió Ramón en estas repuestas enviadas desde la
penitenciaría de Ashland, en Kentucky.
Hijo de Nereyda Salazar
(fallecida) y Holmes Labañino, nació el 9 de junio de 1963 en el barrio
habanero de Marianao y se graduó con Diploma de Oro en la licenciatura de
Economía, en la Universidad de La Habana.
Sus mayores tesoros son Aili (de
un primer matrimonio), Laura y Lizbeth, las hijas que no se cansa de repetir
que adora.
Justo en febrero de 1992, cuando
se fue de casa para trabajar en el exterior, Elizabeth Palmeiro, su esposa,
apenas tenía ocho semanas de embarazo de Laura. Él no pudo disfrutar esta
etapa, ni tampoco la llegada al
mundo de Lizbeth, a la que sí
conoció recién nacida, en febrero de 1997.
Sus entradas y salidas al país y
luego la prisión provocaron que pese a llevar 23 años de casados, Ramón y
Elizabeth solo han vivido juntos sin separarse apenas dos, el resto ha sido a
distancia.
No obstante, ambos construyeron
una familia y ella, en la retaguardia, lo espera, al frente de un proyecto de
familia que se logró por encima de los obstáculos y ahí están “sus hermosas
mujeres”, como él se enorgullece
expresar.
Se adentró igualmente en pasajes
de su vida. “Yo creo que soy un eterno niño, así me dicen mi esposa Elizabeth,
mis hijas y quienes me conocen, no sé si será verdad o es por el amor que me
devotan; pero sí creo que nunca he perdido (ni jamás lo haré) ese espíritu
juvenil, risueño, alegre y optimista que tanto ayuda a luchar a vivir y a luchar”.
Acotó que así era de niño:
risueño, muy tímido, mucho diría yo, y siempre me encantó estudiar y hacer
deportes.
Recuerdo que desde pequeño mi
hermanita Laide me empezó a llamar “papi”, creo que porque la cuidaba mucho y
mi mamá nos educó con el concepto de que el hijo mayor de la familia es como el
segundo padre.
Y pienso —enfatizó—que ese papel
me lo creí con mucha fe, tanto, que hoy día, muchos me dicen “papi” y eso es
algo que mis niñas resienten; porque quieren ser las únicas en decirme así, pero
ellas saben muy bien que
soy único e irrepetible Papi,
desde el alma hasta el infinito, y eso es lo importante.
Disfruté mucho mis años de
universidad, como dije me encanta estudiar y hacer deportes y allí pude
desarrollar ampliamente ambas actividades, planteó Labañino al recordar que
“también fui alumno ayudante de Estadística Matemática desde el segundo año de
la carrera”.
A veces daba repasos y clases a
los compañeros de años inferiores o de nuestro propio año, es algo que también
me gusta mucho: enseñar, subrayó.
Comentó además que “en la
Universidad pude practicar judo y karate-do, que era mi sueño como deportista”
y que en sentido general este “fue un período de aprendizaje, pero sobre todo
de crecimiento”.
Ello “me ayudó mucho en mi
formación y en mis convicciones en todos los sentidos, cosa que agradezco
infinitamente a Cuba, a nuestra Revolución, a nuestro sistema socialista”,
recalcó.
Labañino refirió que hace deportes
por placer, también por la necesidad de liberar tanto estrés, y porque me
siento mucho mejor y útil después de cada jornada.
“Trato de mantenerme saludable a
pesar de los pesares, pues es nuestra manera de pelear y vencer, de no dejarnos
derrumbar ni destruir”, puntualizó.
“Ahora mismo -explicó– estoy
haciendo pesas, caminatas dentro de la prisión, algo de handball, mucho
ajedrez. Eso me hace sentir saludable, vital, listo para las contiendas de cada
día y las que han de venir en el futuro.
Al responder que a quién le
gustaría parecerse, manifestó: “Trato de ser yo mismo guiado por el ejemplo de
los grandes, pues es imposible alcanzar íconos; pero he admirado mucho y
trataría de ser como el (guerrillero argentino cubano) Ernesto Che Guevara.
También dijo que son sus
paradigmas Antonio Maceo, uno de los principales caudillos de las guerras
libertarias en la isla durante el siglo XIX, el apóstol cubano José Martí, el
líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, y el presidente Raúl Castro.
“Y mucho como nuestro Hugo Chávez
(desaparecido mandatario venezolano). Ellos son en esencia mis ejemplos
cotidianos”, enumeró, al concluir que le gustaría “ser, simplemente, como cada
hombre con decoro y honor que harían esta lista demasiado extensa”.
Comentó además que entre sus
lecturas favoritas están Cien años de soledad y El amor en los tiempos del
cólera, de Gabriel García Márquez; El reino de este mundo, de Alejo Carpentier;
Los versos sencillos de José Martí y La Casa de los espíritus, de Isabel
Allende.
Además, mencionó algunas series
cubanas como En silencio ha tenido que ser y Julito el Pescador, y espacios
como Aventuras, donde se transmitieron episodios “donde vi Los comandos del
silencio”, los cuales, añadió debían volver a retomarse en la pequeña pantalla.
Sobre las películas, resaltó que
su preferidas son las cubanas “Fresa y Chocolate, y Clandestinos, protagonizada
por nuestra admirable Isabel Santos”.
En diciembre de 2009 cuando iban a
resentenciarlo en un tribunal de la ciudad estadounidense de Miami (aún cargaba
la sanción de una cadena perpetua más 18 años de cárcel), entró a la sala del
tribunal con las manos en alto, en símbolo de victoria.
Con su mirada lo escudriñó todo
hasta encontrar entre los presentes en la audiencia a su querida Elizabeth. Le
sonrió como el más feliz de los mortales y la cubrió de besos con la mirada.
Fue un momento fugaz y a la vez casi eterno.
Cuántas cosas se trasmitieron en
aquel momento, similar al que vino después, cuando conoció que la nueva sentencia,
igual de injusta, lo privaría 30 años de su vida de la libertad física, porque
la del alma y el espíritu sus captores no han podido encerrarla.
Sin embargo, Ramón Labañino no
decayó y confía en el regreso. “Es que por naturaleza soy un hombre optimista”,
confesó.
Por eso a la interrogante de si
cerrara los ojos, qué imagen se alza ante él, respondió que veía “a Cuba, una
playa azul limpia, deslumbrante. Veo a Eli, a mis hijas, a toda mi familia, a
mi pueblo. Veo risas, alegría, eternidad. Así es como mi libertad se hace
tangible y real. Y sé que es cierto”.
Como si fuera un repentista, Ramón
Labañino definió:”Yo soy un tipo así/exactamente como ves/sin derecho ni
revés/simple y sin frenesí./ Con Cuba libre aprendí/Que amar luchando es el
camino/Y esta pelea que hoy
conmino/ Es por la verdad que
conocí/Y seguiré siendo así/Un tipo simple pero con decoro/Que vale mucho más
que el oro/A quien le honra morir como viví.
(Tomado
de Prensa Latina)
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